martes, 30 de abril de 2013

La paz que yo les doy no es como la que da el mundo



Les dejo la paz, les doy mi paz. La paz que yo les doy no es como la que da el mundo. Que no haya en ustedes angustia ni miedo.
Saben que les dije: Me voy, pero volveré a ustedes. Si me amaran, se alegrarían de que me vaya al Padre, pues el Padre es más grande que yo.
Les he dicho estas cosas ahora, antes de que sucedan, para que cuando sucedan ustedes crean.
Ya no hablaré mucho más con ustedes, pues se está acercando el príncipe de este mundo. En mí no encontrará nada suyo,
pero con esto sabrá el mundo que yo amo al Padre y que hago lo que el Padre me ha encomendado hacer. Ahora levántense y vayámonos de aquí.




lunes, 29 de abril de 2013

“El Espíritu Santo os lo enseñará todo”


    

La vida contemplativa es la vida del cielo... En efecto, gracias al amor de unión con Dios, el hombre traspasa su ser de criatura, para descubrir y saborear la opulencia y las delicias que el mismo Dios es y que deja que fluyan sin cesar en lo más escondido del ser humano, allí donde éste es semejante a la nobleza de Dios. Cuando el hombre recogido y contemplativo llega así a encontrar su imagen eterna, y cuando, en esta nitidez, gracias al Hijo, encuentra su lugar en el seno del Padre, es iluminado por la verdad divina...

    Porque es preciso saber que el Padre celestial, abismo viviente, a través de las obras y con todo lo que vive en él, se gira hacia su Hijo como hacia su eterna Sabiduría (Pr 8,22s); y esta misma Sabiduría, con todo lo que vive en ella y a través de sus obras, se refleja en el Padre, es decir, en este abismo del cual ella ha salido. De este encuentro brota la tercera Persona, la que es entre el Padre y el Hijo, es decir, el Espíritu Santo, su común amor, que es uno con ellos en unidad de naturaleza. Este amor abraza y atraviesa con fruición al Padre, al Hijo y a todo lo que vive en ellos, y esto con una opulencia y un gozo tal que todas las criaturas quedan absortas en un silencio eterno. Porque la maravilla inaccesible, escondida en este amor, sobrepasará eternamente a la comprensión de toda criatura.

    Cuando reconocemos esta maravilla y la saboreamos sin asombro, es señal de que nuestro espíritu se encuentra más allá de sí mismo y que se hace uno con el Espíritu de Dios, saboreando y contemplando sin medida, igual que Dios saborea y contempla su propia riqueza en la unidad de su profundidad viviente, según su modo de ser increado... Este delicioso encuentro, que  se realiza en nosotros según el modo de Dios, se renueva constantemente... Porque de la misma manera que el Padre mira sin cesar todas las cosas como nuevas en su nacimiento en su Hijo, son de la misma forma amadas de manera nueva por el Padre y por el Hijo en el constante fluir del Santo Espíritu. Este es el encuentro del Padre y del Hijo en el cual somos amorosamente abrazados, gracias al Santo Espíritu, en un amor eterno.



domingo, 28 de abril de 2013

En esto reconocerán todos que son mis discípulos: en que se aman unos a otros



Cuando Judas salió, Jesús dijo: «Ahora es glorificado el Hijo del Hombre y Dios es glorificado en él.
Por lo tanto, Dios lo va a introducir en su propia Gloria, y lo glorificará muy pronto.
Hijos míos, yo estaré con ustedes por muy poco tiempo. Me buscarán, y como ya dije a los judíos, ahora se lo digo a ustedes: donde yo voy, ustedes no pueden venir.
Les doy un mandamiento nuevo: que se amen los unos a los otros. Ustedes deben amarse unos a otros como yo los he amado.
En esto reconocerán todos que son mis discípulos: en que se aman unos a otros.»



sábado, 27 de abril de 2013

"Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?" Jesús le responde: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida.



Para la comunidad de seguidores de Jesús es esencial sentirse seguros en medio de una persecución que le anuncia lo peor. ¿Cómo no temblarle el corazón, cómo no vacilar ante momentos de tanta inseguridad y de muerte? Es ahí donde necesitamos profundizar en todo lo relativo a nuestra fe. Lo definitivo no está en nuestro poder para resolver los problemas que nos vienen encima, sino en confiar en la promesa de Jesús. Jesús mismo es el mejor ejemplo. Sufriendo un dolor desesperante en la cruz Jesús también pide al Padre que le libre de ese tormento, pero añade que lo más importante es que se haga su voluntad. Sabemos que la voluntad de Dios nunca será la muerte o el hambre, ni el dolor y ningún tipo de sufrimiento. Confiar en Dios y en su promesa tampoco debe llevarnos a una vida irresponsable de dejárselo todo a él, pero nos debe dar las herramientas necesarias para luchar por la vida y su mejoría, desde las actitudes y del modo que Jesús lo hizo. La trascendencia, lo definitivo, la salvación, no está en nuestras capacidades sino en nuestra confianza. Dios no bajó a Jesús de la cruz, pero lo resucitó y vive para siempre. Es por eso que Jesús invita a su comunidad a Creer en Dios y en él como Camino, Verdad y Vida. Ante los problemas, dificultades, enfermedades, dudas, sigamos creyendo y luchando. No estamos solos, Jesús camina con nosotros. Caminemos nosotros con nuestros hermanos y hermanos ayudándoles en todo lo que podemos y dejémonos ayudar y acompañar por Jesús.

viernes, 26 de abril de 2013

El amor fecundo




Un servicio múltiple a la vida

 El amor conyugal fecundo se expresa en un servicio a la vida que tiene muchas formas, de las cuales la generación y la educación son las más inmediatas, propias e insustituibles. En realidad, cada acto de verdadero amor al hombre testimonia y perfecciona la fecundidad espiritual de la familia, porque es obediencia al dinamismo interior y profundo del amor, como donación de sí mismo a los demás.
En particular los esposos que viven la experiencia de la esterilidad física, deberán orientarse hacia esta perspectiva, rica para todos en valor y exigencias.

Las familias cristianas, que en la fe reconocen a todos los hombres como hijos del Padre común de los cielos, irán generosamente al encuentro de los hijos de otras familias, sosteniéndoles y amándoles no como extraños, sino como miembros de la única familia de los hijos de Dios. Los padres cristianos podrán así ensanchar su amor más allá de los vínculos de la carne y de la sangre, estrechando esos lazos que se basan en el espíritu y que se desarrollan en el servicio concreto a los hijos de otras familias, a menudo necesitados incluso de lo más necesario.

Las familias cristianas se abran con mayor disponibilidad a la adopción y acogida de aquellos hijos que están privados de sus padres o abandonados por éstos. Mientras esos niños, encontrando el calor afectivo de una familia, pueden experimentar la cariñosa y solícita paternidad de Dios, atestiguada por los padres cristianos, y así crecer con serenidad y confianza en la vida, la familia entera se enriquecerá con los valores espirituales de una fraternidad más amplia.

La fecundidad de las familias debe llevar a su incesante «creatividad», fruto maravilloso del Espíritu de Dios, que abre el corazón para descubrir las nuevas necesidades y sufrimientos de nuestra sociedad, y que infunde ánimo para asumirlas y darles respuesta. En este marco se presenta a las familias un vasto campo de acción; en efecto, todavía más preocupante que el abandono de los niños es hoy el fenómeno de la marginación social y cultural, que afecta duramente a los ancianos, a los enfermos, a los minusválidos, a los drogadictos, a los excarcelados, etc.

De este modo se ensancha enormemente el horizonte de la paternidad y maternidad de las familias cristianas; un reto para su amor espiritualmente fecundo viene de estas y tantas otras urgencias de nuestro tiempo. Con las familias y por medio de ellas, el Señor Jesús sigue teniendo «compasión» de las multitudes.
Juan Pablo II, F.C.

miércoles, 24 de abril de 2013

Y el que me ve a Mí ve a aquel que me ha enviado



Y el que me ve a mí ve a aquel que me ha enviado.
Yo he venido al mundo como luz, para que todo el que crea en mí no permanezca en tinieblas.
Si alguno escucha mis palabras y no las guarda, yo no lo juzgo, porque yo no he venido para condenar al mundo, sino para salvarlo.
El que me rechaza y no recibe mi palabra ya tiene quien lo juzgue: la misma palabra que yo he hablado lo condenará el último día.
Porque yo no he hablado por mi propia cuenta, sino que el Padre, al enviarme, me ha mandado lo que debo decir y cómo lo debo decir.
Yo sé que su mandato es vida eterna, y yo entrego mi mensaje tal como me lo mandó el Padre.» 



martes, 23 de abril de 2013

Mis ovejas escuchan mi voz y Yo las conozco. Ellas me siguen...


Era invierno y en Jerusalén se celebraba la fiesta de la Dedicación del Templo.
Jesús se paseaba en el Templo, por el pórtico de Salomón,
cuando los judíos lo rodearon y le dijeron: «¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo claramente.»
Jesús les respondió: «Ya se lo he dicho, pero ustedes no creen. Las obras que hago en el nombre de mi Padre manifiestan quién soy yo,
pero ustedes no creen porque no son ovejas mías.
Mis ovejas escuchan mi voz y yo las conozco. Ellas me siguen,
y yo les doy vida eterna. Nunca perecerán y nadie las arrebatará jamás de mi mano.
Aquello que el Padre me ha dado lo superará todo, y nadie puede arrebatarlo de la mano de mi Padre.
Yo y el Pad re somos una sola cosa.»



lunes, 22 de abril de 2013

El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas




En verdad les digo: el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino que salta por algún otro lado, ése es un ladrón y un salteador.
El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas.
El cuidador le abre y las ovejas escuchan su voz; llama por su nombre a cada una de sus ovejas y las saca fuera.
Cuando ha sacado todas sus ovejas, empieza a caminar delante de ellas, y las ovejas lo siguen porque conocen su voz.
A otro no lo seguirían, sino que huirían de él, porque no conocen la voz de los extraños.»
Jesús usó esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir.
Jesús, pues, tomó de nuevo la palabra: En verdad les digo que yo soy la puerta de las ovejas.
Todos los que han venido eran ladrones y malhechores, y las ovejas no les hicieron caso.
Yo soy la puerta: el que entre por mí estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará alimento.
El ladrón sólo viene a robar, matar y destruir, mientras que yo he venido para que tengan vida y la tengan en plenitud.



sábado, 20 de abril de 2013

Señor: ¿A quien iremos? Solo Tú tienes palabras de vida eterna


Hoy acabamos de leer en el Evangelio el discurso de Jesús sobre el Pan de Vida, que es Él mismo que se dará a nosotros como alimento para nuestras almas y para nuestra vida cristiana. Y, como suele pasar, hemos contemplado dos reacciones bien distintas, si no opuestas, por parte de quienes le escuchan.

Para algunos, su lenguaje es demasiado duro, incomprensible para su mentalidad cerrada a la Palabra salvadora del Señor, y san Juan dice —con una cierta tristeza— que «desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con Él» (Jn. 6,66). Y el mismo evangelista nos da una pista para entender la actitud de estas personas: no creían, no estaban dispuestas a aceptar las enseñanzas de Jesús, frecuentemente incomprensibles para ellos.

Por otro lado, vemos la reacción de los Apóstoles, representada por san Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a ir? Tú tienes palabras de vida eterna, y nosotros creemos» (Jn 6,68-69). No es que los doce sean más listos que los otros, ni tampoco más buenos, ni quizá más expertos en la Biblia; lo que sí son es más sencillos, más confiados, más abiertos al Espíritu, más dóciles. Les sorprendemos de cuando en cuando en las páginas de los evangelios equivocándose, no entendiendo a Jesús, discutiéndose sobre cuál de ellos es el más importante, incluso corrigiendo al Maestro cuando les anuncia su pasión; pero siempre los encontramos a su lado, fieles. Su secreto: le amaban de verdad.

San Agustín lo expresa así: «No dejan huella en el alma las buenas costumbres, sino los buenos amores (...). Esto es en verdad el amor: obedecer y creer a quien se ama». A la luz de este Evangelio nos podemos preguntar: ¿dónde tengo puesto mi amor?, ¿qué fe y qué obediencia tengo en el Señor y en lo que la Iglesia enseña?, ¿qué docilidad, sencillez y confianza vivo con las cosas de Dios?

viernes, 19 de abril de 2013

En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros



Hoy, Jesús hace tres afirmaciones capitales, como son: que se ha de comer la carne del Hijo del hombre y beber su sangre; que si no se comulga no se puede tener vida; y que esta vida es la vida eterna y es la condición para la resurrección (cf. Jn 6,53.58).No hay nada en el Evangelio tan claro, tan 
rotundo y tan definitivo 
como estas afirmaciones de Jesús.



No siempre los católicos estamos a la altura de lo que merece la Eucaristía: a veces se pretende “vivir” sin las condiciones de vida señaladas por Jesús y, sin embargo, como ha escrito Juan Pablo II, «la Eucaristía es un don demasiado grande para admitir ambigüedades y reducciones».

“Comer para vivir”: comer la carne del Hijo del hombre para vivir como el Hijo del hombre. Este comer se llama “comunión”. Es un “comer”, y decimos “comer” para que quede clara la necesidad de la asimilación, de la identificación con Jesús. Se comulga para mantener la unión: para pensar como Él, para hablar como Él, para amar como Él. A los cristianos nos hacía falta la encíclica eucarística de Juan Pablo II, La Iglesia vive de la Eucaristía. Es una encíclica apasionada: es “fuego” porque la Eucaristía es ardiente.

«Vivamente he deseado comer esta Pascua con vosotros antes de padecer» (Lc 22,15), decía Jesús al atardecer del Jueves Santo. Hemos de recuperar el fervor eucarístico. Ninguna otra religión tiene una iniciativa semejante. Es Dios que baja hasta el corazón del hombre para establecer ahí una relación misteriosa de amor. Y desde ahí se construye la Iglesia y se toma parte en el dinamismo apostólico y eclesial de la Eucaristía.

Estamos tocando la entraña misma del misterio, como Tomás, que palpaba las heridas de Cristo resucitado. Los cristianos tendremos que revisar nuestra fidelidad al hecho eucarístico, tal como Cristo lo ha revelado y la Iglesia nos lo propone. Y tenemos que volver a vivir la “ternura” hacia la Eucaristía: genuflexiones pausadas y bien hechas, incremento del número de comuniones espirituales... Y, a partir de la Eucaristía, los hombres nos aparecerán sagrados, tal como son. Y les serviremos con una renovada ternura.

jueves, 18 de abril de 2013

Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió.



Nadie puede venir a mí si no lo atrae el Padre que me envió. Y yo lo resucitaré en el último día.
Está escrito en los Profetas: Serán todos enseñados por Dios, y es así como viene a mí toda persona que ha escucha do al Padre y ha recibido su enseñanza.
Pues por supuesto que nadie ha visto al Padre: sólo Aquel que ha venido de Dios ha visto al Padre.
En verdad les digo: El que cree tiene vida eterna.
Yo soy el pan de vida.
Sus antepasados comieron el maná en el desierto, pero murieron:
aquí tienen el pan que baja del cielo, para que lo coman y ya no mueran.
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá para siempre. El pan que yo daré es mi carne, y lo daré para la vida del mundo.»




miércoles, 17 de abril de 2013

El que viene a mí nunca tendrá hambre



Jesús les dijo: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca tendrá hambre y el que cree en mí nunca  tendrá sed.
Sin embargo, como ya les dije, ustedes se niegan a creer aun después de haber visto.
Todo lo que el Padre me ha dado vendrá a mí, y yo no rechazaré al que venga a mí,
porque yo he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado.
Y la voluntad del que me ha enviado es que yo no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite en el último día.
Sí, ésta es la decisión de mi Padre: toda persona que al contemplar al Hijo crea en él, tendrá vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.»






lunes, 15 de abril de 2013

¿Qué tenemos que hacer para trabajar en las obras de Dios?




Al día siguiente, la gente que se había quedado al otro lado del lago se dio cuenta que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había subido con sus discípulos en la barca, sino que éstos se habían ido solos.
Mientras tanto algunas lanchas de Tiberíades habían atracado muy cerca del lugar donde todos habían comido el pan.
Al ver que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, la gente subió a las lanchas y se dirigieron a Cafarnaúm en busca de Jesús.
Al encontrarlo al otro lado del lago, le preguntaron: «Rabbí (Maestro), ¿cómo has venido aquí?»
Jesús les contestó: «En verdad les digo: Ustedes me buscan, no porque han visto a través de los signos, sino porque han comido pan hasta saciarse.
Trabajen, no por el alimento de un día, sino por el alimento que permanece y da vida eterna. Este se lo dará el Hijo del hombre; él ha sido marcado con el sello del Padre.»
Entonces le preguntaron: «¿Qué tenemos que hacer para trabajar en las obras de Dios?»
Jesús respondió: «La obra de Dios es ésta: creer en aquel que Dios ha enviado.»



domingo, 14 de abril de 2013

«Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero.»



Después de esto, nuevamente se manifestó Jesús a sus discípulos en la orilla del lago de Tiberíades. Y se manifestó como sigue:
Estaban reunidos Simón Pedro, Tomás el Mellizo, Natanael, de Caná de Galilea, los hijos del Zebedeo y otros dos discípulos.
Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar.» Contestaron: «Vamos también nosotros contigo.» Salieron, pues, y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.
Al amanecer, Jesús estaba parado en la orilla, pero los discípulos no sabían que era él.
Jesús les dijo: «Muchachos, ¿tienen algo que comer?» Le contestaron: «Nada.»
Entonces Jesús les dijo: «Echen la red a la derecha y encontrarán pes ca.» Echaron la red, y no tenían fuer zas para recogerla por la gran cantidad de peces.
El discípulo al que Jesús amaba dijo a Simón Pedro: «Es el Señor.»
Apenas Pedro oyó decir que era el Señor, se puso la ropa, pues estaba sin nada, y se echó al agua. Los otros discípulos llegaron con la barca —de hecho, no estaban lejos, a unos cien metros de la orilla; arrastraban la red llena de peces.
Al bajar a tierra encontraron fuego encendido, pescado sobre las brasas y pan.
Jesús les dijo: «Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar.»
Simón Pedro subió a la barca y sacó la red llena con ciento cincuenta y tres pescados grandes. Y a pesar de que hubiera tantos, no se rompió la red.
Entonces Jesús les dijo: «Vengan a desayunar». Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle quién era, pues sabían que era el Señor.
Jesús se acercó, tomó el pan y se lo repartió. Lo mismo hizo con los pescados.
Esta fue la tercera vez que Jesús se manifestó a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos.
Cuando terminaron de comer, Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?» Contestó: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos.»
Le preguntó por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?» Pedro volvió a contestar: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero.» Jesús le dijo: «Cuida de mis ovejas.»
Insistió Jesús por tercera vez: «Simón Pedro, hijo de Juan, ¿me quieres?» Pedro se puso triste al ver que Jesús le preguntaba por tercera vez si lo quería y le contestó: «Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te quiero.» Entonces Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas.
En verdad, cuando eras joven, tú mismo te ponías el cinturón e ibas a donde querías. Pero cuando llegues a viejo, abrirás los brazos y otro te amarrará la cintura y te llevará a donde no quieras.»
Jesús lo dijo para que Pedro comprendiera en qué forma iba a morir y dar gloria a Dios. Y añadió: «Sígueme.».



sábado, 13 de abril de 2013

La vida es un camino de desprendimiento...




Al llegar la noche, sus discípulos bajaron a la orilla
y, subiendo a una barca, cruzaron el lago rumbo a Cafarnaúm. Habían visto caer la noche sin que Jesús se hubiera reunido con ellos,
y empezaban a formarse grandes olas debido al fuerte viento que soplaba.
Habían remado como unos cinco kilómetros cuando vieron a Jesús que caminaba sobre el mar y se acercaba a la barca, y se llenaron de espanto.
Pero él les dijo: «Soy Yo, no tengan miedo.»
Quisieron subirlo a la barca, pero la barca se encontró en seguida en la orilla adonde se dirigían.










viernes, 12 de abril de 2013

«Este es sin duda el Profeta que había de venir al mundo.»




Después Jesús pasó a la otra orilla del lago de Galilea, cerca de Tiberíades.
Le seguía un enorme gentío a causa de las señales milagrosas que le veían hacer en los enfermos.
Jesús subió al monte y se sentó allí con sus discípulos.
Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos.
Jesús, pues, levantó los ojos y, al ver el numeroso gentío que acudía a él, dijo a Felipe: «¿Dónde iremos a comprar pan para que coma esa gente?»
Se lo preguntaba para ponerlo a prueba, pues él sabía bien lo que iba a hacer.
Felipe le respondió: «Doscientas monedas de plata no alcanzarían para dar a cada uno un pedazo.»
Otro discípulo, Andrés, hermano de Simón Pedro, dijo:
«Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados. Pero, ¿qué es esto para tanta gente?»
Jesús les dijo: «Hagan que se siente la gente.» Había mucho pasto en aquel lugar, y se sentaron los hombres en número de unos cinco mil.
Entonces Jesús tomó los panes, dio las gracias y los repartió entre los que estaban sentados. Lo mismo hizo con los pescados, y todos recibieron cuanto quisieron.
Cuando quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus discípulos: «Recojan los pedazos que han sobrado para que no se pierda nada.»
Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos que no se habían comido: eran las sobras de los cinco panes de cebada.
Al ver la señal que Jesús había hecho, los hombres decían: «Este es sin duda el Profeta que había de venir al mundo.»
Jesús se dio cuenta de que iban a tomarlo por la fuerza para proclamarlo rey, y nuevamente huyó al monte él solo.




jueves, 11 de abril de 2013

El que cree en el Hijo vive de vida eterna



El que viene de arriba está por encima de todos. El que viene de la tierra pertenece a la tierra y sus palabras son terrenales. El que viene del Cielo,
por más que dé testimonio de lo que allí ha visto y oído, nadie acepta su testimonio.
Pero aceptar su testimonio es como reconocer que Dios es veraz.
Aquel que Dios ha enviado habla las palabras de Dios, y da el Espíritu sin medida,
porque el Padre ama al Hijo y ha puesto to das las cosas en sus manos.
El que cree en el Hijo vive de vida eterna; en cambio, el que no cree en el Hijo tendrá que enfrentar un juicio de Dios; nunca conocerá la vida.»




martes, 9 de abril de 2013

Respondió Jesús: «Tú eres maestro en Israel, y ¿no sabes estas cosas?



No te extrañes de que te haya dicho: “Necesitan nacer de nuevo desde arriba”.
El viento sopla donde quiere, y tú oyes su silbido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va. Lo mismo le sucede al que ha nacido del Espíritu.»
Nicodemo volvió a preguntarle: «¿Cómo puede ser eso?»
Respondió Jesús: «Tú eres maestro en Israel, y ¿no sabes estas cosas?
En verdad te digo que nosotros hablamos de lo que sabemos, y damos testimonio de lo que hemos visto, pero ustedes no aceptan nuestro testimonio.
Si ustedes no creen cuando les hablo de cosas de la tierra, ¿cómo van a creer si les hablo de cosas del Cielo?
Sin embargo, nadie ha subido al Cielo sino sólo el que ha bajado del Cielo, el Hijo del Hombre.
Recuerden la serpiente que Moisés hizo levantar en el desierto: así también tiene que ser levantado el Hijo del Hombre,
y entonces todo el que crea en él tendrá por él vida eterna.



lunes, 8 de abril de 2013

"Yo soy la servidora del Señor"









    El Padre de la misericordia quiso que precediera a la encarnación la aceptación de la Madre predestinada, para que de esta manera, así como la mujer contribuyó a la muerte (Gn 3), también la mujer contribuyese a la vida. Lo cual se cumple de modo eminentísimo en la Madre de Jesús por haber dado al mundo la Vida misma que renueva todas las cosas y por haber sido adornada por Dios con los dones dignos de un oficio tan grande. Por lo que nada tiene de extraño que entre los Santos Padres prevaleciera la costumbre de llamar a la Madre de Dios totalmente santa e inmune de toda mancha de pecado, como plasmada y hecha una nueva criatura por el Espíritu Santo. Enriquecida desde el primer instante de su concepción con el resplandor de una santidad enteramente singular, la Virgen Nazarena, por orden de Dios, es saludada por el ángel de la Anunciación como llena de gracia, a la vez que ella responde al mensajero celestial: “Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí tal como has dicho.”

    Así, María , hija de Adán, al aceptar el mensaje divino, se convirtió en Madre de Jesús, y al abrazar de todo corazón y sin entorpecimiento de pecado alguno, la voluntad salvífica de Dios, se consagró totalmente como esclava del Señor a la persona y a la obra de su Hijo, sirviendo con diligencia al misterio de la redención con El y bajo El, con la gracia de Dios omnipotente. Con razón, pues, piensan los Santos Padres que María no fue un instrumento puramente pasivo en las manos de Dios, sino que cooperó a la salvación de los hombres con fe y obediencia libres.. Como dice San Ireneo, “obedeciendo, se convirtió en causa de salvación para sí misma y para todo el género humano.” (San Ireneo)

Concilio Vaticano II Lumen Gentium 56 - Copyright © Libreria Editrice Vaticana



domingo, 7 de abril de 2013

“Recibid el Espíritu Santo”


   



Los acontecimientos pascuales —pasión, muerte y resurrección de Cristo— son también el tiempo de la nueva venida del Espíritu Santo, como Paráclito y Espíritu de la verdad (Jn 14,16-17)... Son el tiempo del “nuevo inicio” de la comunicación de Dios uno y trino a la humanidad en el Espíritu Santo, por obra de Cristo Redentor. Este nuevo inicio es la redención del mundo: “Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único” (Jn 3,16) Ya en el “dar”el Hijo, en este don del Hijo, se expresa la esencia más profunda de Dios, el cual, como Amor, es la fuente inagotable de esta dádiva. En el don hecho por el Hijo se completan la revelación y la dádiva del amor eterno: el Espíritu Santo, que en la inescrutable profundidad de la divinidad es una Persona-don, por obra del Hijo, es decir, mediante el misterio pascual es dado de un modo nuevo a los apóstoles y a la Iglesia y, por medio de ellos, a la humanidad y al mundo entero.

    La expresión definitiva de este misterio tiene lugar el día de la Resurrección. Este día, Jesús de Nazaret, “nacido del linaje de David”, como escribe el apóstol Pablo, es “constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos” (Rm 1,3-4). Puede decirse, por consiguiente, que la “elevación” mesiánica de Cristo por el Espíritu Santo alcanza su culmen en la Resurrección, en la cual se revela también como Hijo de Dios, “lleno de poder”. Y este poder, cuyas fuentes brotan de la inescrutable comunión trinitaria, se manifiesta ante todo en el hecho de que Cristo resucitado, si por una parte realiza la promesa de Dios expresada ya por boca del Profeta: “Os daré un corazón nuevo, infundiré en vosotros un espíritu nuevo... mi espíritu” (Ez 36,26-27),  por otra cumple su misma promesa hecha a los apóstoles con las palabras: “Si me voy, os lo enviaré”(Jn 16,7)  Es él: el Espíritu de la verdad, el Paráclito enviado por Cristo resucitado para transformarnos en su misma imagen de resucitado.

(Juan Pablo II)


sábado, 6 de abril de 2013

Y les dijo: "Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación"


Jesús, pues, resucitó en la madrugada del primer día de la semana. Se apareció primero a María Magdalena, de la que había echado siete demonios.
Ella fue a anunciárselo a los que habían sido compañeros de Jesús y que estaban tristes y lo lloraban.
Pero al oírle decir que vivía y que lo había visto, no le creyeron.
Después Jesús se apareció, bajo otro aspecto, a dos de ellos que se dirigían a un pueblito.
Volvieron a contárselo a los demás, pero tampoco les creyeron.
Por último se apareció a los once discípulos mientras comían, y los reprendió por su falta de fe y por su dureza para creer a los que lo habían visto resucitado.
Y les dijo: «Vayan por todo el mundo y anuncien la Buena Nueva a toda la creación.



viernes, 5 de abril de 2013

«Echen la red a la derecha y encontrarán pesca.» Echaron la red, y no tenían fuerzas para recogerla por la gran cantidad de peces



Después de esto, nuevamente se manifestó Jesús a sus discípulos en la orilla del lago de Tiberíades. Y se manifestó como sigue:
Estaban reunidos Simón Pedro, Tomás el Mellizo, Natanael, de Caná de Galilea, los hijos del Zebedeo y otros dos discípulos.
Simón Pedro les dijo: «Voy a pescar.» Contestaron: «Vamos también nosotros contigo.» Salieron, pues, y subieron a la barca, pero aquella noche no pescaron nada.
Al amanecer, Jesús estaba parado en la orilla, pero los discípulos no sabían que era él.
Jesús les dijo: «Muchachos, ¿tienen algo que comer?» Le contestaron: «Nada.»
Entonces Jesús les dijo: «Echen la red a la derecha y encontrarán pes ca.» Echaron la red, y no tenían fuer zas para recogerla por la gran cantidad de peces.
El discípulo al que Jesús amaba dijo a Simón Pedro: «Es el Señor.»
Apenas Pedro oyó decir que era el Señor, se puso la ropa, pues estaba sin nada, y se echó al agua. Los otros discípulos llegaron con la barca —de hecho, no estaban lejos, a unos cien metros de la orilla; arrastraban la red llena de peces.
Al bajar a tierra encontraron fuego encendido, pescado sobre las brasas y pan.
Jesús les dijo: «Traigan algunos de los pescados que acaban de sacar.»
Simón Pedro subió a la barca y sacó la red llena con ciento cincuenta y tres pescados grandes. Y a pesar de que hubiera tantos, no se rompió la red.
Entonces Jesús les dijo: «Vengan a desayunar». Ninguno de los discípulos se atrevió a preguntarle quién era, pues sabían que era el Señor.
Jesús se acercó, tomó el pan y se lo repartió. Lo mismo hizo con los pescados.
Esta fue la tercera vez que Jesús se manifestó a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos.

jueves, 4 de abril de 2013

Luego debe proclamarse en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados, comenzando por Jerusalén, y yendo después a todas las naciones, invitándolas a que se conviertan



Ellos, por su parte, contaron lo sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Mientras estaban hablando de todo esto, Jesús se presentó en medio de ellos (y les dijo: «Paz a ustedes.»)
Quedaron atónitos y asustados, pensando que veían algún espíritu,
pero él les dijo: «¿Por qué se desconciertan? ¿Cómo se les ocurre pensar eso?
Miren mis manos y mis pies: soy yo. Tóquenme y fíjense bien que un espíritu no tiene carne ni huesos, como ustedes ven que yo tengo.»
(Y dicho esto les mostró las manos y los pies).
Y como no acababan de creerlo por su gran alegría y seguían maravillados, les dijo: «¿Tienen aquí algo que comer?»
Ellos, entonces, le ofrecieron un pedazo de pescado asado (y una porción de miel);
lo tomó y lo comió delante ellos.
Jesús les dijo: «Todo esto se lo había dicho cuando estaba todavía con ustedes; tenía que cumplirse todo lo que está escrito en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos referente a mí.»
Entonces les abrió la mente para que entendieran las Escrituras.
Les dijo: «Todo esto estaba escrito: los padecimientos del Mesías y su resurrección de entre los muertos al tercer día.
Luego debe proclamarse en su nombre el arrepentimiento y el perdón de los pecados, comenzando por Jerusalén, y yendo después a todas las naciones, invitándolas a que se conviertan.
Ustedes son testigos de todo esto.

miércoles, 3 de abril de 2013

Quédate con nosotros, ya está cayendo la tarde y se termina el día. Entró, pues, para quedarse con ellos


Aquel mismo día dos discípulos se dirigían a un pueblecito llamado Emaús, que está a unos doce kilómetros de Jerusalén, e iban conversando sobre todo lo que había ocurrido.
Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se les acercó y se puso a caminar con ellos,
pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran.
El les dijo: «¿De qué van discutiendo por el camino?» Se detuvieron, y parecían muy desanimados.
Uno de ellos, llamado Cleofás, le contestó: «¿Cómo? ¿Eres tú el único peregrino en Jerusalén que no está enterado de lo que ha pasado aquí estos días?»
«¿Qué pasó?», les preguntó. Le contestaron: «¡Todo el asunto de Jesús Nazareno!» Era un profeta poderoso en obras y palabras, reconocido por Dios y por todo el pueblo.
Pero nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes renegaron de él, lo hicieron condenar a muerte y clavar en la cruz.
Nosotros pensábamos que él sería el que debía libertar a Israel. Sea lo que sea, ya van dos días desdeque sucedieron estas cosas.
En realidad, algunas mujeres de nuestro grupo nos han inquietado,
pues fueron muy de mañana al sepulcro y, al no hallar su cuerpo, volvieron hablando de una aparición de ángeles que decían que estaba vivo.
Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y hallaron todo tal como habían dicho las mujeres, pero a él no lo vieron.»
Entonces él les dijo: «¡Qué poco entienden ustedes y qué lentos son sus corazones para creer todo lo que anunciaron los profetas!
¿No tenía que ser así y que el Mesías padeciera para entrar en su gloria?»
Y les interpretó lo que se decía de él en todas las Escrituras, comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas.
Al llegar cerca del pueblo al que iban, hizo como que quisiera seguir adelante,
pero ellos le insistieron diciendo: «Quédate con nosotros, ya está cayendo la tarde y se termina el día.» Entró, pues, para quedarse con ellos.
Y mientras estaba en la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio.
En ese momento se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él desapareció.
Entonces se dijeron el uno al otro: «¿No sentíamos arder nuestro corazón cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?»
De inmediato se levantaron y volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once y a los de su grupo.
Estos les dijeron: «Es verdad: el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón.»
Ellos, por su parte, contaron lo sucedido en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

martes, 2 de abril de 2013

Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto


María se había quedado llorando fuera, junto al sepulcro. Mientras lloraba se inclinó para mirar dentro
y vio a dos ángeles vestidos de blanco, sentados donde había estado el cuerpo de Jesús, uno a la cabecera y el otro a los pies.
Le dijeron: «Mujer, ¿por qué lloras?» Les respondió: «Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.»
Dicho esto, se dio vuelta y vio a Jesús allí, de pie, pero no sabía que era Jesús.
Jesús le dijo: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?» Ella creyó que era el cuidador del huerto y le contestó: «Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo me lo llevaré.»
Jesús le dijo: «María». Ella se dio la vuelta y le dijo: «Rabboní», que quiere decir «Maestro».
Jesús le dijo: «Suéltame, pues aún no he subido al Padre. Pero vete donde mis hermanos y diles: Subo a mi Padre, que es Padre de ustedes; a mi Dios, que es Dios de ustedes.»
María Magdalena se fue y dijo a los discípulos: «He visto al Señor y me ha dicho esto.»

lunes, 1 de abril de 2013

Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él


Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos.
De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: "Alégrense". Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él.
Y Jesús les dijo: "No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán".
Mientras ellas se alejaban, algunos guardias fueron a la ciudad para contar a los sumos sacerdotes todo lo que había sucedido.
Estos se reunieron con los ancianos y, de común acuerdo, dieron a los soldados una gran cantidad de dinero,
con esta consigna: "Digan así: 'Sus discípulos vinieron durante la noche y robaron su cuerpo, mientras dormíamos'.
Si el asunto llega a oídos del gobernador, nosotros nos encargaremos de apaciguarlo y de evitarles a ustedes cualquier contratiempo".
Ellos recibieron el dinero y cumplieron la consigna. Esta versión se ha difundido entre los judíos hasta el día de hoy.